jueves, 8 de diciembre de 2011

La Inmaculada Concepción

Un año mas nos disponemos a celebrar una de las fiestas marianas mas españolas por antonomasia, la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Nuestra Archicofradía para esta ocasión ha vestido a la imagen de la Copatrona de Granada con los colores inmaculistas, blanco y azul. El fajín también es azul, y se corresponde con el grado de cuerpo médico durante el reinado de Alfonso XII.
Las fotografías son de Pablo Fernández Hurtado.

250 años de la proclamación de la Inmaculada Concepción como patrona de España
María Inmaculada fue proclamada Patrona de España por el papa Clemente XIII, mediante la bula “Quantum Ornamenti”, de fecha 25 de diciembre de 1760. Se lo había solicitado el rey Carlos III, como otros reyes españoles habían hecho repetidamente. El 16 de enero de 1761 el Rey Carlos III firmaba un Decreto-Ley por el que proclamaba patrona de todos sus Reinos "a esta Señora en el misterio de su Inmaculada Concepción". Esta disposición de Ley lleva por título "Universal Patronato de Nuestra Señora en la Inmaculada Concepción en todos los Reinos de España e Indias".

El dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María fue proclamado por el actualmente beatificado papa Pío IX, mediante la bula “Ineffabilis Deus”, de 7 de diciembre de 1854:
“Declaramos y definimos, que es doctrina revelada por Dios, la que sostiene, que la beatísima Virgen María en el primer instante de su Concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente y en previsión de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada de toda mancha de pecado original”.
El 8 de diciembre de 1857, el beato Pío IX hizo construir en la plaza de España de Roma, capital de los Estados Pontificios en los que aún reinaba, el monumento a la Inmaculada que sigue enalteciendo la ciudad. Al bendecir la imagen colocada sobre una esbelta columna frente a la embajada de España, declaró al embajador:
"Fue España, la Nación, que por sus reyes y por sus teólogos, trabajó más que nadie para que amaneciera el día de la proclamación del dogma de la Concepción Inmaculada de María"
LA CONCEPCIÓN DE LA SACRATÍSIMA VIRGEN NTRA. SRA.
Sermón de Fray Luis de Granada O.P. (1504-1588)
Dos casas tuvo Dios en este mundo señaladas entre todas las otras. La Una fue la humanidad de Jesucristo, en la cual mora la divinidad de Dios corporalmente, como dice el Apóstol  (Col 2, 9) y la otra, las entrañas virginales de Nuestra Señora, en las cuales moró por espacio de nueve meses. Estas dos casas fueron figuradas en aquellos dos templos que hubo en el Viejo Testamento, uno de ellos que hizo Salomón (1R 7,1) y el otro que se edificó en tiempo de Zorobabel, después del cautiverio de Babilonia (Esd 6,17).
Estos dos templos concuerdan en una cosa y difieren en dos. Concuerdan en ser ambos templos de un mismo Dios, y difieren, lo primero, en la riqueza y primor de las labores, porque mucho más rico fue el primero que el segundo, y lo segundo, en la fiesta de la dedicación de ellos (1R 8,1). Porque en la dedicación del primero todos cantaban y otros lloraban: cantaban los que veían ya acabada aquella obra que tanto deseaban y lloraban los que se acordaban de la riqueza y hermosura del templo pasado, viendo cuán baja obra era ésta en comparación de aquélla.
Pues esto mismo nos acontece ahora en el día de la dedicación de estos dos templos místicos de que hablamos. Y por el día de la dedicación entendemos el día de la concepción; porque este día fueron estos dos templos dedicados y consagrados. Pues en el día de la concepción del Hijo, todos cantan, todos alaban a Dios, todos dicen que fue concebido del Espíritu Santo, y por eso su concepción fue santa y limpia de todo pecado, y donde no hay pecado, no hay materia de lágrimas, sino de alegría y de alabanza. Mas en la concepción de la madre, unos cantan, otros lloran; unos cantan y dicen: Toda eres hermosa, amiga mía y en ti no hay mancha (Ct 4, 7). Otros lloran y dicen: Todos pecaron en Adán (Rm 3, 23)[1] y tienen necesidad de la gracia de Dios. Mas todos concuerdan en que la sacratísima Virgen, antes que naciese, fue llena de todas las gracias y dones del Espíritu Santo, porque así convenía que fuese que ab eterno era escogida para ser madre del Salvador del mundo.
Cuán grande  fuese esta gracia y estas virtudes, no hay lengua humana que lo pueda declarar. La razón es porque Dios hace todas las cosas conformes a los fines para que las escoge, y así las provee perfectísimamente de lo que para ellas es necesario. Escogió a Dios Oliab para maestro de su arca (Ex 36,1), escogió a San Pablo y a todos los otros apóstoles para maestros de su Iglesia. Pues, conforme a esto, los proveyó perfectísimamente de todas aquellas habilidades y facultades que para eso se requerían.
Y porque a esta sacratísima Virgen escogió para la mayor dignidad que se puede conceder a pura criatura, de aquí viene que la adornó y engrandeció con mayor gracia, con mayores dones y virtudes que jamás se concedieron a ninguna pura criatura.